DIES DOMINICUS


Domingo, día del Señor. Ya hablaremos de esto en otro momento. Vamos a hablar de lo que ha sucedido hoy – día del señor- en aquél lugar de la Mancha, lugar de aquél señor que derrocaba gigantes. 

En un estadio con nombre de un antiguo alcalde – y arquitecto- de aquella ciudad, a la hora del aperitivo, se concentraba, por segunda vez en la historia de aquél escenario, una persona que sabía que aquél lugar no era donde solía ir todos los domingos, ni este domingo sería como todos los demás. 

Natural de aquella ciudad, como el señor que ponía nombre al estadio, intuía que no sería fácil, que sería lo más complicado, probablemente, del fin de semana, incluso había hecho que sus padres se perdieran el aperitivo para poder ir a su encuentro, ¿qué mayor responsabilidad puede tener alguien?

Ni mucho menos, esa responsabilidad haría que le temblaran las piernas, ni dejaría que se sobrepusiera a su calidad. Fue al entrar al vestuario y al ver que aquél estadio se llenaba para verle jugar, cuando supo que allí iba a pasar algo, algo grande. 

Saltó al campo -en el que ha jugado su mayor referente- como quién salta a una piscina, sin ver si está llena o vacía, sin mirar abajo, sin presión, sin miedo, con convicción, con atrevimiento, con osadía, audacia y desvergüenza.

No, no fue fácil, no fue simple y no salió bien. El escenario perfecto no pudo culminar aquel histórico día. 

A la protagonista de esta historia no le pertenece ni un estadio ni un día. Aunque comparte nombre con la abreviatura del equipo de su vida. Hablamos de Alba -Redondo Ferrer-, jugadora del Fundación Albacete Femenino. Con 22 años ha levantado el Carlos Belmonte, estadio del primer equipo -masculino- del Albacete Balompié. Junto a sus compañeras, se han enfrentado al Valencia Femenino en dicho estadio. Un hecho histórico, son escasas las ocasionas que habían jugado ahí previamente, como en aquel partido en el que se ganaron el ascenso a la primera división. 

Hoy Alba y el Alba han jugado como en casa –literalmente- con el infortunio de dos goles muy tempraneros y con un par de errores defensivos, que les ha costado remontar. 

Ahí ha sido cuando Redondo se ha puesto el brazalete de capitana, antes de que se lo diese Mati tras su cambio. Mati –y todos los allí presentes- sabía que el partido que estaba llevando a cabo Alba era digno de capitanía. Una jugada por la banda que se va con un cambio de ritmo ante la defensa valencianista y deja un pase sin remate a puerta, una pelota “picada” que se va fuera por centímetros, un chut que se desvía o una bicicleta que acaba en la banda. 

La actitud con la que ha afrontado la mala suerte del equipo manchego ha sido lo que ha llevado a esta niña a ganarse el respeto de todos. La mayoría de ellos habrán agradecido no tomar el aperitivo y quedarse con ella, levantando al equipo. 
Cuando no entraba la pelota, cuando se perdía, cuando algo salía mal, las cámaras se fijaban en ella y solo se le veía levantar los brazos haciendo un llamamiento a la garra que les ha llevado hasta ahí. 
Cuando con 22 años te echas el equipo y un estadio – a medio llenar- a las espaldas. Con 22 años, cuando –se supone que- aún tienes la inmadurez de niña y el malperder pero te pasan el brazalete de capitana es porque quizá algo se nos escape con esta niña. Cuando pitan el final del partido, tienes 22 años, has visto todas las ocasiones que se han ido escapando pero sabes que esto también es fútbol y que no puedes perdonar. Cuando tienes 22 años, sabes que has perdido en casa, en el Carlos Belmonte, donde jugó tu Iniesta, donde has sido el plan de domingo de mucha gente, la cámara te vuelve a enfocar y se te ve con cara de derrotada, abatida, agotada; y como tienes 22 años no sabes lo que has hecho y no se te ocurre otra cosa por la cabeza que pedir a todo el equipo que vayan a aplaudir a esa afición que tú has animado durante los 90 minutos, que agradezcan que hayan llenado parte de una de las gradas del estadio del Primer Equipo –masculino-, cuando tú solo tienes ganas de llorar y seguir entrenando esa maldita picadita que se ha ido un pelín larga.


Hace unos días leí en un reportaje que publicó una compañera de facultad sobre una mujer mayor hablando de feminismo, el titular venía a decir algo como “no quiero olvidar porque acordarse de esos momentos es revivir las cosas infinitas veces”.

La segunda vez que el Carlos Belmonte se abre para dejar paso al equipo femenino, reviviendo aquél día que se abrió para subir a primera. 

Mientras todo esto pasaba en Albacete, El Sadar  -el estadio donde juega el Primer Equipo masculino de Osasuna- abría las puertas a 10.000 personas para ver un partido de Segunda División Femenina, entre el Osasuna y el Eibar.


Sin duda, Alba, la derrota del domingo 10 de marzo de 2019 será la anécdota el día.

Sin duda, el fútbol femenino empieza a derrocar fantasmas del pasado y abrir fronteras, empieza a tener días y espacio.

Comentarios

  1. Magnífico artículo!!!!! Muchas gracias!!!!!!! Me ha emocionado!!!!!!

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